Como ya adelantamos en la entrada
anterior de este blog en Bulgaria encontramos a sefarditas que hablaban el
ladino o judeo-español. Transcribo de mi libro:
El lunes 21 de julio de 1969, tras desayunar, emprendimos el camino a Veliko
Tarnovo, camino de Varna, en la costa búlgara. En el trayecto supimos, por
palabras del guía, que habíamos estado en un enclave muy antiguo y con mucha
historia, Plovdiv que deriva del griego Philipopolis. Nombre que le fue dado
por Filipo II, padre de Alejandro Magno.
Tarnovo también resultó un lugar muy especial. Aparte de su historia y
belleza medieval, fue nuestro encuentro con la cultura sefardí.
Al llegar a Tarnovo atravesamos un puente medieval muy espectacular, pues
se encuentra sobre un profundo tajo escavado por el río Yantra, que rodea en su
mayor parte a la ciudad. Cuando enfilamos el puente, divisamos a ambos lados,
encaramadas en las laderas de la montaña, casas muy pintorescas que tenían un
aspecto medieval. De alguna forma, el entorno resultaba parecido al tristemente
célebre puente de Mostar, en Bosnia Herzegovina, que fue volado por los serbios
durante la reciente guerra balcánica, y reconstruido por las tropas españolas
posteriormente.
En Tarnovo solo paramos a comer, pero después nos dio tiempo para dar una
vuelta por las tiendas que, a uno y otro lado de la calle de acceso a partir
del puente, ofrecían sus mercancías en tenderetes. Aquello parecía un puro
mercado medieval. Cual fue nuestra sorpresa, al saber que la mayor parte de las
tiendas estaban regentadas por judíos sefardíes. Al oírnos hablar en español,
se enrollaban con nosotros hablándonos en ladino, que a nosotros nos sonaba
como castellano antiguo pero que nos permitía entendernos con ellos.
Una mujer joven llamada Daniela nos dijo que su padre se llamaba Abraham
Escojido (curioso apellido que ella pronunciaba Escoyido), y que sus oraciones
eran en ladino, y utilizaba además muchas palabras claramente españolas. En
aquel momento nos hubiera gustado tener el tiempo suficiente para poder seguir
charlando con esa gente tan amistosa, un rastro más, en un lugar perdido de
Bulgaria, de nuestra querida España, pero nos llamaron al autobús y tuvimos que
dejarlo no sin cierta pena.
Nuevamente en camino, comentábamos la diversidad de religiones que hay en
el mundo dando cobijo a la gente. Hoy en día hay algunas personas que se
declaran ateas y me apiado de ellas. Pocos años después, aprendí del sabio
indio o hindú J. Krishnamurti, que, espero traducirlo bien, ‘¿Quién puede vivir
en este mundo con una familia y responsabilidades, sin una sombra de
protección?’ Las diversas religiones cumplen mejor o peor esa función de
protección.
Los educados cristianamente, al menos yo, necesitamos orar, meditar. Los
ritos de las iglesias no son para mí. Pero si hay una cosa que me complace de
ellas, es el silencio que, en algunas ocasiones, tienen y permiten esa oración.
Bien es verdad que cada vez es más frecuente que las iglesias desgraciadamente
permanezcan más tiempo cerradas que abiertas.
Y ahora desde la actualidad.
En abril de 2015 supe por casualidad que un judío búlgaro
iba a dar una conferencia en Zaragoza y fui a escucharlo.
Según nos contó, los judíos sefarditas en Bulgaria eran
numerosos durante la segunda guerra mundial. Lo curioso era que estaban tan
integrados en la sociedad que la población búlgara los protegió de los nazis,
salvándose de los horrendos crematorios.
En fin, podría dar otros detalles de su charla pero opto
por un chiste realista que nos contó.
Pasada la segunda guerra mundial, e instalados los comunistas en el país, un sefardita se
presentó ante el comisario político de su zona para pedir un permiso con el fin
de volver a la tierra prometida, Israel.
El comisario, extrañado, le preguntó cuál era la causa de
que quisiera abandonar Bulgaria con lo bien que habían sido tratados y
protegidos durante la dominación nazi.
Noé, así se llamaba el judío, le dijo que había dos
razones para irse.
-¿Cuál es la primera, Noé?
-Comisario, que si vuelven los nazis otra vez, nadie nos
va a salvar de los crematorios.
-Noé, para que eso no ocurra ya estamos los comunistas. ¿Pero,
cuál es la segunda razón para querer marcharte?
-La segunda es que no me fio de la protección de los
comunistas.
1969: Propaganda de los logros comunistas.