El espectáculo del striptease lo pudimos ver en Liubliana,
la capital de Eslovenia, entonces integrada en Yugoslavia. Nuestra sorpresa fue
que en esa ciudad había bastantes turistas occidentales. Sobre todo italianos
y austriacos o alemanes, pero no detectamos personas de otros países del Este.
Y seguramente por ello se ofrecían espectáculos orientados a los occidentales.
Claro, también en España había muchos turistas y que yo sepa el tema estaba prohibido.
Ya se sabe que, en aquélla época, Tito defendía una cierta
independencia sobre la URSS y mantenía un régimen comunista más abierto. Creo
que la llamaban la tercera vía, entre el capitalismo y el comunismo.
Seguramente, a diferencia de los demás países comunistas, eso les llevaba a
recibir turistas occidentales y conseguir un mejor nivel de vida para los
yugoslavos. Como entonces pasaba en España.
La noche en cuestión, después de dar una vuelta por la
ciudad y cenar algo, prácticamente todo el grupo estábamos en las puertas del
espectáculo de striptease.
Nos acomodamos a la espera del show. Nos anunciaron que
serían seis sesiones de stripteases, protagonizando cada sesión una stripper diferente.
Yo creo que para la mayor parte de nosotros era el primer espectáculo que
veíamos de este tipo, así que había mucha expectación en el grupo.
Al ritmo de músicas sugerentes, media docena de mujeres se
fueron desnudando integral y sucesivamente ante nuestros ojos, de la forma más
natural y fina que se podía uno imaginar. Para mí fue un espectáculo
inigualable y que no volví a ver en mi vida, pues esta ‘técnica’ con el tiempo
fue degenerando a espectáculos más procaces, que personalmente nunca me han
gustado.
Queda por comentar que entre las actuantes había una española
cuyo nombre de guerra era Carmen, como en la ópera. Cuando llegó su turno,
informada de nuestra presencia, se dirigió a nosotros en español, y se armó tal
alboroto con sus insinuaciones, que tuvieron que poner orden en la sala. Ya se
sabe lo bullangueros que podemos ser los españoles.
Después de cada actuación, una mujer mayor, vestida toda de
negro, recogía discretamente la ropa que quedaba sobre el escenario. A alguno
de nosotros, no sé a quién, se le ocurrió aplaudirla cuando salía e incluso pedir
insistentemente que ella también hiciera despelote. Por supuesto, no lo
conseguimos.
Carmen sí que nos recibió en su camerino al final del
espectáculo, curiosa por saber qué hacía un grupo de españoles en un país
comunista. Y nosotros curiosos por saber qué hacía una chica española en un
lugar como ése. La explicación era muy clara, ella se había criado en Francia
hija de emigrantes españoles, y la vida la había llevado por esos derroteros.
Nos comentaba que su trabajo le daba independencia, sin tener que dedicarse a
servir en los hogares franceses, como ocurría por aquel entonces con muchas
chicas españolas. Nos pareció una espabilada muchacha.
La mujer de negro recogedora de ropa y el despelote
imposible de ella, me recuerda los despelotes de ‘El Plata’ en Zaragoza,
acompañados al piano por un tal Don Luis. Éste tocaba de espaldas a las
actuantes (supongo que para no distraerse y perder el hilo de la música) y
cuando acababa cada una de ellas, todo el público pedía con insistencia ‘que
cante Don Luis’. Cosa que, hay que aclarar, nunca se consiguió.
El Plata estuvo cerrado varios años por reformas, pero
reabrió bajo la dirección de Bigas Luna, con el objetivo de conseguir el
ambiente procaz, rural e interactivo con el público, por el que era famoso en
toda España. Tenía y tiene su punto álgido con ocasión de las Ferias de
Maquinaria Agraria de Zaragoza, donde llegan agricultores de toda España que, con la
cobertura de la feria, algunos aprovechan para ir a El Plata y hacer otras
visitas poco edificantes.
Esa noche, cuando nos recogimos en la residencia, nuestras
mentes estaban en los cuerpos hermosos que sensualmente nos habían mostrado
media docena de jóvenes mujeres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario