domingo, 27 de diciembre de 2015

PLANTAS TRANSGENICAS


Con ocasión de una conferencia para todos los públicos sobre los transgénicos, a la que asistí como público, el auditorio, mayoritariamente contrario a los transgénicos, en sus preguntas ponía en mal lugar la profesionalidad de los científicos, por acceder a producir este tipo de plantas. Tuve que intervenir como investigador para decir que en la ciencia como en todas las profesiones hay buenos y malos.

Mi experiencia en Fitogenética, haciendo mejora clásica de plantas, es que la introducción de un nuevo gen (mejor sería decir un nuevo alelo de un gen existente en la especie) siempre tiene efectos colaterales que hay que ir corrigiendo durante el proceso de mejora. Sin entrar en detalles, si introducimos un gen completamente nuevo en una especie, como es el caso en la producción de transgénicos, ese gen tiene que buscar su hueco (‘locus’ se dice en términos genéticos) en el genoma, y los efectos colaterales siempre serán mayores. Tanto más cuanto que generalmente se aloja en varios huecos (‘loci’) y los efectos epistáticos son mayores.

Hay que recordar que la biología es muy compleja. Baste recordar lo complicados que son nuestros propios temas de salud.

Pero no solo por eso soy contrario a los transgénicos, en particular de los de maíz. Es posible conseguir el mismo objetivo con plantas normales pero cultivadas adecuadamente. Sin entrar en los detalles que se comentan habitualmente sobre los transgénicos, el negocio de los transgénicos de maíz es un negocio más bien perverso. Pienso que su objetivo final es eliminar a los productores de semilla normal.

Por otro lado, en el sector claramente contrario a los transgénicos, una vez vi un cartel haciendo referencia a un huerto escolar que decía ZONA LIBRE DE TRANSGENICOS. Me parece que este tipo de advertencias también es perverso. ¿Quiere decir que las lechugas, judías, acelgas, etc. que había en ese huerto eran de fiar y las hortalizas que podamos comprar en la tienda no lo son?  También se dice que los nuevos tomates ‘larga vida’, duros como piedras, son transgénicos, cuando no lo son. Se han obtenido mediante mejora clásica. En fin hay que llevar cuidado y no alarmar a la gente. De momento no se conocen o no se comercializan hortalizas transgénicas. Ni creo que aparezcan pues la presión popular en contra es muy fuerte a nivel internacional.

 

sábado, 28 de noviembre de 2015

SANTIAGO Y JORGE

Los dos, Santiago y Jorge, procedíamos de pueblos próximos entre sí. Yo de uno pequeño, de la comarca, entonces resinera, de Molina de Aragón, en Guadalajara, y Santiago de Medinaceli, en Soria. Ambas localidades de distintas provincias, pero muy próximas, y que junto con Teruel y las zonas próximas de la provincia de Zaragoza, constituyen el núcleo central de la denominada Celtiberia.

La familia de Santiago y la mía habían emigrado en su momento a Valencia y habíamos estudiado el bachiller ele­mental juntos, en una academia familiar situada al principio del ‘carrer’ de Cuenca. Es curioso, en aquella época las calles de Valencia se llamaban calles, en castellano, pero a la calle Cuenca todo el mundo la denominaba ‘carrer’.
 
Por motivos que se irán viendo, tanto sus padres como mi madre viuda volvieron a la zona de origen, para que estudiáramos internos el bachiller superior en el colegio de la Sagrada Familia, en Sigüenza (Guadalajara). Este colegio era popularmente conocido como la SAFA, y estaba regido por el obispado de la ciudad.
En la SAFA estudiábamos todo tipo de jóvenes, desde hijos de agricultores de la zona con posibles, de pequeños empre­sarios, de maestros, de médicos, de secretarios de ayuntamiento, de madres solteras… pasando por hijos de mujeres de la vida e hijos de padres acaudalados de Madrid, quiénes querían vivir la vida sin preocuparse de sus hijos.  
Por cierto, estos últimos eran los más entristecidos y los que más pena nos daban al resto de compañeros. No en vano, gracias al estatus de sus padres, podrían llevar una vida muy diferente a la de un internado.
También había alumnos externos de Sigüenza, que eran la envidia de nosotros, los internos. No por dormir en su casa, que también, sino por disfrutar de la libertad de ir tranquilamente por las calles, y de poder simplemente contemplar a las zagalas de nuestra edad.
A los internos nos sacaban en formación de filas de a cuatro para ir del colegio al campo de deportes, que estaba en la zona de los pinares. Ese era uno de nuestros mayores disfrutes.
Cuando las chavalas seguntinas veían nuestras largas columnas huían despavoridas, torciendo por la primera esquina que les viniera a mano.
Con el tiempo, cuando pasamos a cursos superiores, es decir, nos fuimos haciendo mayores, y teniendo en cuenta que podíamos ser varios cientos los que circulábamos por las calles de Sigüenza, las esquinas eran aprovechadas por algunos de nosotros para escaquearnos enfilando por calles laterales. Cosa relativamente fácil pues la vigilancia era escasa. Uno o, como mucho, dos curas nos acompañaban.
Cuando lo conseguíamos se nos hinchaba el pecho de satisfacción y nos dedicábamos a pasear tranquilamente por la ciudad. Bueno, no tan tranquilos pues, si de repente veíamos una sotana, que en Sigüenza al menos en aquellos tiempos había muchas, teníamos que escabullirnos rápidamente.
También teníamos que tener cuidado al incorporarnos a las filas a la vuelta de nuestros compañeros hacia el colegio. Pensándolo bien, parece que no mereciera la pena el esfuerzo con tantas dificultades, pero aun así nos sentíamos muy satisfechos. La libertad, o el sentimiento de la misma, aunque sea ínfimo, son fundamentales para el hombre.
Con el paso de los años, una vez abandonado el colegio, nos fuimos dando cuenta de la gran labor que hicieron los curas de la SAFA con los jóvenes de la zona. Bueno, no solo de la zona sino de provincias limítrofes y no limítrofes.

El colegio estaba dirigido por Don Vicente Moñux a quien el obispo le había encargado su puesta en funcionamiento. Don Vicente estaba especializado en pedagogía y se sentía discípulo del Padre Manjón.

Yo le tenía un especial cariño a Don Avelino, que ejercía de administrador y contable. Labor que no era muy reconocida por el público estudiantil, que le había bautizado como ‘Avecrem’, por las sopas vespertinas que se ofrecían casi invariablemente en las cenas. A pesar de ello, Don Avelino era una persona afable y sonriente. Él acabó su labor en Zaragoza como párroco de la población Maella y después de Peñaflor, donde falleció antes de jubilarse.

A nivel de estudios, era muy reconocido Don Dionisio, que gracias a sus enseñanzas de matemáticas y física, nos catapultó a las escuelas de ingeniería a muchos de nosotros. También eran conocidos Don Luis y Don Juan, pero no precisamente por los aspectos positivos de su labor, que claro también los había.

Aquella noche, la conversación en Argüelles derivó sobre la situación de mi madre, que me acababa de escribir con las noticias habituales del pueblo. Viuda desde muy joven, con su pensión de viudedad, se había sacrificado para que yo pudiera hacer, además del bachiller superior, los estudios de maestro de enseñanza primaria en la SAFA y luego los de agronomía en Madrid.
La verdad es que mi madre vivía una vejez satisfecha por haber conseguido darle un futuro muy aceptable a su único hijo y de recibir mis noticias desde Madrid, esperando que algún día le comunicara que ‘festejaba’.

Ella, que era oriunda de Aragón, y por eso me bautizaron como Jorge, así denominaba al hecho de tener novia. Yo lo adopté, pues me parecía una palabra muy bonita y descriptiva de lo que los novios en aquellos tiempos hacían, ir de festejo en festejo. Así que, salvo que yo todavía no festejaba, tanto ella como yo teníamos una vida placentera para la época. Quizás con el lado oscuro de su temprana viudedad. Nada que ver con las consecuencias de la Guerra Civil, sino con una gripe que se complicó y acabó con la vida de mi padre, funcionario de administración municipal en Valencia, probablemente porque entonces la penicilina escaseaba.
 
El caso de Santiago era muy diferente. Su padre había luchado con los falangistas en la Guerra Civil, sobreviviendo a la contienda, pero con efectos colaterales, como el alcoholismo, y cierta insatisfacción por el incumplimiento por parte del Régimen de Franco del ideario falangista, del cual era ferviente creyente.
 
Resultado de ello era que, la educación de Santiago estaba prácticamente en manos de su madre y de sus abuelos maternos, que sin ser ricos, tenían ciertas posibilidades para enviarlo a la SAFA y luego a la Universidad.

Así que yo como hijo de viuda y Santiago como hijo de viuda virtual, nos alegramos desde el primer momento que nos volvimos a ver en la SAFA, después de nuestra estancia en Valencia. De alguna forma nos diferenciábamos del resto, por nuestra procedencia urbana. Lo que no dejó de causarnos algunos problemas. Sobre todo a Santiago que, con una pátina ciudadana mayor que la mía, provocaba cierto rechazo en los más ’rurales’. Sin embargo su carácter abierto y decidido fue dándole cierto prestigio. Aún recuerdo una cena en la que el reparto de raciones, abusivo y habitual por parte de uno de los compañeros de mesa, dejaba sin su ración al último en servirse. Y puedo añadir que en aquellos tiempos las cenas eran verdaderamente escasas. Ya saben, el ‘avecrem’. De esa época mantengo la costumbre de comerme la piel blanca de las naranjas. Tampoco es tan mala. Ahora es sabido que tiene muchos principios activos beneficiosos para la salud.

Volviendo al tema, ante la negativa del ‘abuson’ a devolver lo que no le correspondía, Santiago, que aquella noche debía estar más sensibilizado o hambriento de lo habitual, le lanzó un puñetazo directamente a su ojo izquierdo, que devino rápidamente en amoratado. Santiago acabó con un nudillo dislocado en su mano derecha, que por la inoperancia médica de aquellos tiempos, todavía hoy conserva. Ante el aplauso de la propia mesa y las cercanas, el cura vigilante Don Juan, una vez informado, llevó a ambos a la enfermería, y a continuación Santiago fue bendecido y el otro castigado. Por una vez la justicia fue acertada. Y el prestigio de Santiago subió algunos enteros entre la tropa estudiantil.
 


 
 
 
 


domingo, 22 de noviembre de 2015

OTRA ENTRADA


Para los aficionados a los huertos urbanos estoy escribiendo otro blog (‘VIVA LA HORTICULTURA’).  Su dirección es: https://mazarete.blogspot.com

 

martes, 3 de noviembre de 2015

SUCEDIO EN BUDAPEST


Falta una epopeya que nos sucedió en Budapest.

Por la tarde nos dieron tiempo libre. Avistamos un gran paseo por la orilla izquierda del Danubio, por donde circu­laban grupos de jóvenes aprovechando probablemente que era sábado tarde. La mayor parte de los grupos eran o de hombres o de mujeres, pero no mixtos. Vamos, como en España en aquellos tiempos. Así que teníamos nuestra oportunidad. Íbamos Santiago, Ignacio y yo, con lo que nos propusimos intentar ligar con algún grupo de tres féminas, haciendo uso de nuestros pequeños conocimientos de francés. El inglés todavía no tenía la fuerza que tiene hoy. Al principio no había forma de entablar conversación, no sabíamos si porque no hablaban francés (en Hungría se hablaba, aparte de húngaro, sobre todo ruso y alemán), o por el hecho de ser extranjeros. Pero la suerte finalmente nos favoreció. Vimos un grupo de tres chavalas que nos miraban de reojo, acompañado de risitas entre ellas.


Santiago dijo:

–Es señal inequívoca de que quieren ligar, al menos, así sería en España.

Y efectivamente, empezamos a chapurrear con ellas en francés. Cuando se enteraron de que éramos españoles, lo primero que querían saber es, qué era eso del toreo. Ignacio les dijo que tal era la afición, que cada español tenía un papel en las corridas de toros y que lo ejercía cuando, por riguroso turno, le tocaba. Ahí es nada.

Yo les decía:

–Santiago es toreador, Ignacio banderillero y yo picador.

Explicándoles el papel de cada operario, se miraban incrédulas entre sí, pero el apoyo de Ignacio y Santiago pareció convencerlas. Fue buena entrada, pues por lo menos provocó risas y seguimos con otros temas en un ambiente más relajado.

Yo era el que más esfuerzos hacía por entenderlas. Así que, de sus propias conversaciones en húngaro, idioma raro por cierto, iba pescando palabras que me permitía adelan­tarme y ayudar a lo que nos querían decir. Pero al cabo de un rato dijeron que ya no querían seguir con nosotros. Pidiéndoles explicaciones nos dijeron:

–Bueno, con vosotros (por Santiago e Ignacio) no nos importaría, pero con vuestro compañero (es decir yo) no queremos seguir.

-¿Cuál es el problema? –les decía ofendido.

Al principio hacían remilgos, pero finalmente confesaron a mis compañeros en un aparte, que yo era de la policía secreta húngara.

¡Dios mío cómo pude dar esa sensación! Buscando una explicación, aparte de mi fea cara, llegué a la conclusión de que mi afán por entenderlas les pudo llevar a ese resultado. No era raro en un país donde nadie se fiaba de nadie.

De todas formas mi afán de cordialidad con la gente, en algunas ocasiones me ha dado disgustos por malentendidos. Cuando te pasas en atenciones con ciertas personas se creen con derecho a más. Desgraciadamente, en mi vida, cuando esto ha sucedido y me daba cuenta, ya era tarde.

 
En aquel tiempo yo pensaba que había que ser buena persona con todas sus consecuencias. Hoy añadiría, pero no tonto.

jueves, 10 de septiembre de 2015

OTRA DE COCHES (Serie investigación-2)



El mismo capataz de la historia anterior fue un día a recoger su propio coche a la hora de salida del trabajo. Nuevamente no lo encontraba, pero ¡córcholis! esta vez era más serio pues se trataba de su propio coche. Claro, se había dejado las llaves a la vista en la repisa, pero no esperaba que en su propio centro de trabajo le robaran su coche. Acudió nuevamente al director para denunciarlo y se fue como pudo a su casa.

En la propia Unidad trabajaba un perito agrícola que trataba de hacer la licenciatura en Ciencias Físicas en la Universidad de Zaragoza. Para estudiar aprovechaba el tiempo nocturno y para ello se drogaba con lo que podía. De tal forma que llegaba colocado al trabajo. Aquel día de los hechos, quizás algo más pues tenía examen y debía ir a la Facultad. El caso es que seguía colocado a la hora de salir del trabajo.

Su coche y el del capataz eran del mismo modelo. Se metió en el coche del capataz y con sus propias llaves no conseguía arrancarlo. De repente vio otras llaves en la repisa y con ellas arrancó y se fue directamente al examen. A la salida del examen cogió el coche y lo aparcó en las cercanías de su domicilio.

A la mañana siguiente, ya en mejores condiciones mentales, no encontraba su propio coche ni en su casa ni en la Universidad y volvió como pudo al trabajo. Allí lo esperaba el capataz que suponía lo que había ocurrido. Y comentaba para sus adentros: ¡Qué jefes tengo!

 

jueves, 13 de agosto de 2015

EL CINTURÓN DEL FUNCIONARIO (Serie investigación-1)


(Con esta primera entrada inauguro una serie, que será intercalada, de historias curiosas de un centro de investigación agraria y de investigación en general)

Como todas las mañanas, el capataz de la Unidad fue al garaje a coger el coche que utilizaba para bajar a la parcela experimental de investigación agraria, junto al río Gállego, en Zaragoza. Al no encontrarlo tuvo que solicitar otro coche para poder hacer su labor y por supuesto denunciar al director del Centro de Investigación su desaparición.

Una vez en la parcela y dando una vuelta a su alrededor, vio que el coche perdido se encontraba en un camino abrupto y sin salida, entre el boscaje de ribera del río. Se acercó al coche, no sin prevención, pues estaba medio atascado y con las dos puertas delanteras abiertas de par en par.

Ya dentro del coche, un Renault 4L de los años 70, vio que las llaves de contacto se encontraban en su lugar. En el asiento del acompañante había abandonado un cinturón de pantalón de hombre. Puertas abiertas, camino entre boscaje, llaves puestas, cinturón de hombre. El capataz sin dudarlo pensó: encuentro de pareja abortado ante la presencia de alguna otra persona. La pareja debió de tener que abandonar precipitadamente el asunto, caminando a pie, de malas maneras por la orilla del rio, y el hombre, claro, sujetándose los pantalones

Con estas suposiciones, el capataz recogió el coche y acudió con la noticia de su recuperación al director, a quien entrego el cinturón. Éste le dio la orden de no comentar nada a este respecto.

El director, por el tamaño del cinturón, supuso que el funcionario debía de ser más bien delgado. Con esta premisa empezó a observar a los varones del centro, entre los que me encontraba yo, que casualmente era de la misma Unidad que el coche desaparecido. Después del consiguiente interrogatorio fui descartado y siguió la búsqueda por otras Unidades.

Parece ser, pues con certeza no llegó a saberse, que el hombre era de otra Unidad del Centro, pero, claro, si el coche era de nuestra Unidad la mujer debía de ser de nuestra propia Unidad. ¡Caramba, caramba!

 

 

 

 

lunes, 10 de agosto de 2015

COMUNISTAS ESPAÑOLES EN RUMANÍA

             Proseguimos haciendo nuestra valoración del viaje.
 
–Y la desaparición de Carlos Shepherd– me decía Santiago– probablemente en la búsqueda de sus colegas del PC.

                 Este hecho merece la pena ser contado.

El 26 de julio, en ese paseo por Bucarest se nos unió Ignacio, el compañero de habitación de Carlos Shepherd, que quería contarnos algo. Ignacio nos dijo que Carlos le había comentado, que la pasada noche y seguramente algunas de las siguientes, no iba a dormir en el hotel pues tenía cosas más ‘importantes’ que hacer. De hecho, no lo habíamos visto en todo el día.

Santiago le dijo a Ignacio:

–Tranquilo, mejor vas a dormir.

–Sí, pero no sé cómo decírselo a Don Joaquín.

–Pues simplemente díselo con las mismas palabras que nos has dicho a nosotros.

–Sí, pero yo fui quién porfió ante Don Joaquín para que lo aceptase para el viaje, a pesar de que no era estudiante de agrónomos. Santiago se quedó pensativo y, al cabo, le preguntó a Ignacio:

– ¿Este tío no es del PC?

–Sí, de hecho ha aparecido su foto, convenientemente disfrazado para no ser reconocido, en la revista ‘Mundo Obrero’, como ejemplo de estudiante comprometido con el PC.

–Pues no me digas más. ¿No reside en Rumania Santiago Carrillo?

–Creo que sí. –Contestaba Ignacio–. Además, Sherperd era de los que en el año 64 iba al frente de una manifestación cuyo lema era: ‘Anda jaleo, jaleo, los estudiantes despiertan y el SEU se va a paseo’, producto de la cual desapareció este sindicato, aunque quedaron los comedores estudian­tiles, que todos seguíamos llamando del SEU, y que nos hacían un buen servicio.

 
En cuanto a Carrillo, entonces eran conjeturas, pero luego se supo que estaba residiendo habitualmente en algún lugar de Rumania, cuyo gobierno le financiaba sus activi­dades. Entre ellas, la más conocida la emisión desde este país de Radio Pirenaica. Si Sherperd había salido en Mundo Obrero, ¿no tendría la misión de dirigirse a los universi­tarios españoles desde Radio Pirenaica?

 

 

 

miércoles, 29 de julio de 2015

RUMANIA (Paraíso en Mamaia e Infierno comunista en el delta del Danubio)


 

La noche no parecía que nos diera sueño, así que seguimos haciendo nuestra valoración del viaje.

 

–Sin embargo, en el hotel Majestic, en Mamaia, nos hicieron una recepción paradisíaca, imposible de creer para unos jóvenes graduados como éramos nosotros– me comentaba Santiago.


–Pues sí– corroboraba yo y añadía– Sin embargo, desde ese hotel nos llevaron al delta del Danubio, donde tuvimos una visión del infierno comunista, que en este momento todavía me sigue dando escalofríos.


 

La recepción paradisíaca en el Majestic merece ser contada.

Pasamos por el enclave turístico de Vama Veche y acabamos en una nueva zona turística, Mamaia, al norte de la ciudad de Constanza, otra vez en el Mar Negro. Llegamos a mediodía al hotel Majestic y, tras tomar posesión de nuestras habitaciones, pasamos a comer al restaurante.

Todos bajamos emocionados del lujo de las habitaciones, y la sorpresa fue aún mayor al ver el impresionante salón comedor. Era amplísimo, tenía el techo sobre elevado y uno de los laterales, el que daba a la playa, prácticamente acris­talado. Y nuevamente estaba repleto de turistas del Este.

Como en cada restaurante de los que veníamos disfru­tando desde Yugoslavia, en el propio salón había una orquesta que amenizaba los ágapes. Y lo mejor es que durante toda la semana en Rumanía estábamos totalmente invitados por el gobierno Rumano, presidido por el tristemente célebre Ceaucescu. Por la tarde, nuevamente disfrutamos de las playas del Mar Negro cada vez con más confianza.

La cena fue un preludio de las variadas sorpresas que nos tenía preparadas el gobierno rumano. El servicio de camareros nos sirvió a nosotros y a los innumerables turistas soviéticos un menú incomparable. A la llegada de los postres, la orquesta dejó de tocar, se apagaron las luces, y de la cocina empezó a salir una numerosa fila de camareros con bandejas en alto y flameadas, de tal forma que gracias a ellas veíamos el curso de los acontecimientos. Se oyó un ¡Ooooh! en toda la sala. Empezamos a comentar entre nosotros que debería haber alguien importante entre los soviéticos, pero para nuestra sorpresa atravesaron sus mesas y se dirigieron a las nuestras. ¡Las bandejas eran primero para nosotros! No cabíamos en sí de gozo. Don Joaquín y su señora estaban más emocionados que nosotros. Empezaron a servirles a los dos y luego al resto del grupo. La orquesta empezó a tocar aires españoles. Los soviéticos nos aplaudían. Era imposible de creer.

 

 

Pero el viaje por el delta del Danubio nos abrió los ojos al infierno comunista.

El jueves 24 de julio teníamos programada una visita turística por el gobierno rumano. Consistía en paseo en barco durante todo el día por el delta del Danubio (delta Dunari, en rumano), que se encontraba en las proximidades, llegando a la desembocadura en el mar Negro y volviendo al punto de origen.

Embarcamos en un pequeño navío, reservado en exclu­siva para nosotros, y empezamos a recorrer el río. A medida que avanzábamos, las dos orillas se fueron poblando de unos altos cañaverales que podrían alcanzar más de cuatro metros, de tal forma que parecía que estuviéramos circu­lando por un gran túnel vegetal, desde el que no veíamos nada salvo el agua.
 
Turismo en barco por el delta del Danubio


 
Cañaverales en el delta del Danubio


 
También pescadores

Íbamos entretenidos tratando de avistar algún pez desde la cubierta cuando de repente, a nuestra izquierda apareció un gran claro. En él pudimos observar varias decenas de hombres, sudorosos y con el torso desnudo, cortando las cañas junto a la orilla, vigilados por soldados con metralletas. Los hombres se quedaron parados, suspendiendo su trabajo, y observándonos en silencio, con caras serías y lastimosas por el duro trabajo que estaban haciendo. Nosotros también contuvimos nuestra respiración, y también nos quedamos callados por un corto período de tiempo, que nos pareció una eternidad. Estábamos a escasos metros unos de otros.

Santiago dijo:

–Parece un campo de trabajo.

Nadie contesto. Salvo el capitán del barco que aclaró en rumano, pero que todos pudimos entender:

–Esa es zona soviética.

Y viendo que algunos nos disponíamos a sacar nuestras instantáneas, aclaró:

–No se pueden hacer fotos.

Los soldados, amenazándoles con sus armas, empezaron a gritar a los cortadores de caña, que no tuvieron más remedio que volver a su trabajo. Y finalmente los perdimos de vista con el avance del barco.

Don Joaquín, después de hablar con el capitán, nos aclaró que la orilla izquierda era soviética y la derecha rumana.

Santiago, comento:

–A saber dónde tendrán los rumanos sus campos de trabajo.

Estuvimos algún tiempo anonadados haciendo comen­tarios sobre el asunto. Carlos Sherpherd apenas abrió la boca. Hasta que de cocina nos avisaron para la comida, que nos iba a ser servida en la cubierta del barco, pero a la sombra de toldos preparados al efecto, lo que no era desde­ñable por el fuerte calor húmedo ambiental. Y más después de haber visto las condiciones de trabajo de los presos. La comida estuvo a la altura de las precedentes, con el encanto añadido del lugar de servicio, que pronto nos hizo olvidar la experiencia anterior.

A la vuelta, debimos de circular por otro de los múlti­ples canales del Danubio, pues no pasamos por la zona del campo de trabajo. O bien, los presos habían acabado su des­graciada jornada.

Contando esta historia en el siglo XXI, alguien me decía que también Franco tuvo un campo de trabajo en el Valle de los Caídos. Claro, es cierto, pero en 1969 en ningún país occidental existían campos de trabajo. Y además, basta acudir a los escritos del premio Nobel de Literatura 1970, Alexander Solyenitzin, en concreto al libro Archipiélago Gulag, para saber las barbaridades que hicieron los sovié­ticos con los disidentes.

Curiosamente, Solyenitzin fue tan clarividente como para criticar, después de su vida en occidente, el capital liberalismo que ahora sufrimos.

 

 

viernes, 26 de junio de 2015

ENGAÑOS EN RUMANIA

 

Volviendo a la última noche de Budapest, mi compañero Santiago me seguía comentando eventos, esta vez sobre el país siguiente en nuestro viaje: Rumanía.
 
 

 

–Pues – me decía Santiago– que no sé si por el idioma, los rumanos me resultan más simpáticos, más latinos, como la historia nos enseña. ¿En dónde se iba a permitir un camarero gritarnos: ¡Franco Caudillo!?


– ¿Y qué me dices de la buscona y su comparsa que estuvieron a punto de engañarme?- Le comentaba yo.


– ¡Cómo que engañarte! –Me decía Santiago– Si no hubiera sido por el camarero argentino y nosotros, habrías caído en sus redes. No sé con qué consecuencias, teniendo en cuenta los curiosos acompañantes que llevaba.


–Parece mentira que este negocio también exista en los países comunistas.


 

El asunto de la buscona y sus acompañantes merece la pena de ser contada:

Después de la visita a unos invernaderos, llegamos a tiempo al autobús, pues empezó a llover, y así siguió hasta Bucarest. Nos alojamos en el entonces denominado Hotel Unión, situado en la calle 13 de septiembre (supongo que tras la caída del muro, el hotel y la calle tendrán otro nombre). Cuando llegamos, nos sorprendió que todas las personas que se veían por el hotel llevaran uniformes militares. Debían de ser oficiales, pues llevaban diferentes estrellas en las bocamangas. Un compañero aclaró que, si estábamos invitados por el gobierno, esta vez debíamos de estar alojados en un hotel militar. A partir de ese momento, nos ocurrió lo mismo en los restantes hoteles de Rumanía, es decir, todos eran militares.


Tomamos posesión de nuestras habitaciones y bajamos a comer. Tanto las habitaciones como el restaurante eran castrenses, por llamarles de alguna forma, pues la limpieza era escasa, si bien, el hotel estaba muy céntrico. Tras una corta siesta y al ver que no cesaba la lluvia, cogimos nuestros paraguas para el paseo previsto de toma de contacto con la ciudad.


Salíamos un pequeño grupo y por las circunstancias, iba yo el primero blandiendo el paraguas y abriéndolo, como procede justo en la puerta del hotel. Al mismo tiempo que lo desplegaba, se colgó de mi brazo derecho, el que sujetaba el paraguas, una gachí muy maja y sonriente. – ¿Para qué iba a desprenderme de semejante compañía?– pensé yo.


Me dejé guiar por ella observando que detrás nos seguía el grupito de mis compañeros que, por cierto, no me perdía de vista. A su vez vi que detrás de mis colegas iba otro grupo de rumanos metiendo bulla. Mi gachí acompañante de vez en cuando se volvía hacia ellos y les contestaba algo se supone que en rumano. Yo pensaba para mí, estos tíos están jodidos porque me he ligado a una rumana. Guiado por ella, acabamos en una cafetería de dos plantas, condu­ciéndome a la segunda, donde tomamos asiento en una mesa y pedimos al camarero algo para beber. El grupito de rumanos bullangueros se sentó en una mesa cercana a la nuestra.


Estaba tratando de entenderme con la chavala, cuando apareció otro camarero que resultó ser argentino. Éste me dijo que bajara un momento a la planta baja, donde estaban sentados mis compañeros, que casualmente los había atendido él. Le dije a la chica que enseguida volvía y bajé.


Mis compañeros enseguida me pusieron al tanto. La chica estaba compinchada con el grupo de rumanos que nos habían seguido con el fin de, en la primera ocasión, limpiarme la pasta.


El camarero argentino, que conocía el tema, enseguida se dio cuenta y puso a mis compañeros al día. Así que, dándole las gracias al argentino, pusimos pies en polvorosa. ¡Qué ilusos somos a veces los hombres! Y jodo, hasta en los países comunistas había este tipo de delincuencia. Claro, que el comportamiento de algunos inmigrantes rumanos en el siglo XXI en España, no es precisamente ejemplar.


 


Este no fue el único hispano americano que encontramos en nuestro viaje. En aquella época, supongo que por el efecto ‘Che Guevara’, los latinos eran muy propensos a viajar a los países del Este de Europa, así como los comunistas iban a aprender español a Cuba y otros países hispanoamericanos. Todo por el progreso del comunismo en el mundo.

De todas formas, pienso ahora, que con la entrada de Bulgaria y Rumanía en la UE, nos están dando lecciones de los aspectos negativos que encierran sus culturas. Como contraste, nuestros emigrantes en los años 50–70, nunca fueron un problema para los países donde se asentaron. Al revés, eran muy apreciados.

 

domingo, 24 de mayo de 2015

PROYECTO FALLIDO.


Resulta que una mañana de domingo habíamos salido un grupo de amigos a dar un paseo por el campo, senderismo le llaman, y tras el ejercicio, o con él como excusa, recalamos en el bar de un pueblo a almorzar. Después de trajinarnos los correspondientes huevos fritos con chorizo (realmente este era el principal objetivo del paseo), empezamos a caer en la cuenta de que las paredes del bar estabas decoradas con algunas fotos en blanco y negro. De esas que todos hemos visto en la prensa cuando se publican avistamientos de ovnis. Preguntado el camarero y dueño del bar, nos dijo que como aficionado pertenecía a una asociación para estudiar aterrizaje de ovnis. Los socios acostumbraban, entre otras actividades, a trasladarse a los lugares donde se podía haber visto algo raro y encuestaban a los paisanos y hacían sus informes para el grupo de aficionados. Entrando en materia le preguntamos si alguna vez se había llegado a hablar con los alienígenas. Nos contestó afirmativamente y que la comunicación se hacia por una especie de telepatía. El caso es que, después de disquisiciones varias, alguien le pregunto:


-¿Y qué es lo que los alienígenas piensan de la humanidad?

El aficionado respondió:

-Sencillamente, que somos un proyecto fallido.

 

 ¿Alguien podría resumir mejor la situación en dos palabras: proyecto fallido? Para mi fue una suerte de revelación, pues eso explicaba muchísimas cosas. Y claro, desde entonces creo en los alienígenas. Aunque les pido a esos seres que dejen, por favor, de hacer experimentos con los humanos.

 

Adenda:

 

En realidad hasta la Biblia concuerda con esta historia. Hubo ángeles que se rebelaron ante Dios en la creación y, ya como demonios, andan dando mal a la humanidad.

 

miércoles, 13 de mayo de 2015

LOS SEFARDITAS BÚLGAROS


 
Como ya adelantamos en la entrada anterior de este blog en Bulgaria encontramos a sefarditas que hablaban el ladino o judeo-español. Transcribo de mi libro:

El lunes 21 de julio de 1969, tras desayunar, emprendimos el camino a Veliko Tarnovo, camino de Varna, en la costa búlgara. En el trayecto supimos, por palabras del guía, que habíamos estado en un enclave muy antiguo y con mucha historia, Plovdiv que deriva del griego Philipopolis. Nombre que le fue dado por Filipo II, padre de Alejandro Magno.


Tarnovo también resultó un lugar muy especial. Aparte de su historia y belleza medieval, fue nuestro encuentro con la cultura sefardí.


Al llegar a Tarnovo atravesamos un puente medieval muy espectacular, pues se encuentra sobre un profundo tajo escavado por el río Yantra, que rodea en su mayor parte a la ciudad. Cuando enfilamos el puente, divisamos a ambos lados, encaramadas en las laderas de la montaña, casas muy pintorescas que tenían un aspecto medieval. De alguna forma, el entorno resultaba parecido al tristemente célebre puente de Mostar, en Bosnia Herzegovina, que fue volado por los serbios durante la reciente guerra balcánica, y reconstruido por las tropas españolas posteriormente.


En Tarnovo solo paramos a comer, pero después nos dio tiempo para dar una vuelta por las tiendas que, a uno y otro lado de la calle de acceso a partir del puente, ofrecían sus mercancías en tenderetes. Aquello parecía un puro mercado medieval. Cual fue nuestra sorpresa, al saber que la mayor parte de las tiendas estaban regentadas por judíos sefardíes. Al oírnos hablar en español, se enrollaban con nosotros hablándonos en ladino, que a nosotros nos sonaba como castellano antiguo pero que nos permitía entendernos con ellos.


Una mujer joven llamada Daniela nos dijo que su padre se llamaba Abraham Escojido (curioso apellido que ella pronunciaba Escoyido), y que sus oraciones eran en ladino, y utilizaba además muchas palabras claramente españolas. En aquel momento nos hubiera gustado tener el tiempo suficiente para poder seguir charlando con esa gente tan amistosa, un rastro más, en un lugar perdido de Bulgaria, de nuestra querida España, pero nos llamaron al autobús y tuvimos que dejarlo no sin cierta pena.


Nuevamente en camino, comentábamos la diversidad de religiones que hay en el mundo dando cobijo a la gente. Hoy en día hay algunas personas que se declaran ateas y me apiado de ellas. Pocos años después, aprendí del sabio indio o hindú J. Krishnamurti, que, espero traducirlo bien, ‘¿Quién puede vivir en este mundo con una familia y responsabilidades, sin una sombra de protección?’ Las diversas religiones cumplen mejor o peor esa función de protección.


Los educados cristianamente, al menos yo, necesitamos orar, meditar. Los ritos de las iglesias no son para mí. Pero si hay una cosa que me complace de ellas, es el silencio que, en algunas ocasiones, tienen y permiten esa oración. Bien es verdad que cada vez es más frecuente que las iglesias desgraciadamente permanezcan más tiempo cerradas que abiertas.


 


Y ahora desde la actualidad.

En abril de 2015 supe por casualidad que un judío búlgaro iba a dar una conferencia en Zaragoza y fui a escucharlo.

Según nos contó, los judíos sefarditas en Bulgaria eran numerosos durante la segunda guerra mundial. Lo curioso era que estaban tan integrados en la sociedad que la población búlgara los protegió de los nazis, salvándose de los horrendos crematorios.

En fin, podría dar otros detalles de su charla pero opto por un chiste realista que nos contó.

Pasada la segunda guerra mundial, e instalados  los comunistas en el país, un sefardita se presentó ante el comisario político de su zona para pedir un permiso con el fin de volver a la tierra prometida, Israel.

El comisario, extrañado, le preguntó cuál era la causa de que quisiera abandonar Bulgaria con lo bien que habían sido tratados y protegidos durante la dominación nazi.

Noé, así se llamaba el judío, le dijo que había dos razones para irse.

-¿Cuál es la primera, Noé?

-Comisario, que si vuelven los nazis otra vez, nadie nos va a salvar de  los crematorios.

-Noé, para que eso no ocurra ya estamos los comunistas. ¿Pero, cuál es la segunda razón para querer marcharte?

-La segunda es que no me fio de la protección de los comunistas.

 
1969: Propaganda de los logros comunistas.
 

 

 

 

 

 

 

 


 


 

martes, 28 de abril de 2015

BULGARIA 69



La última noche de Budapest, mi compañero Santiago me preguntaba sobre el país siguiente en nuestro viaje: Bulgaria.

 

–Sí – le comentaba yo– menudo contraste con Yugoslavia.


–Claro, Bulgaria era probablemente el más comunista de los países visitados. No en vano se le considera el principal satélite de los soviéticos.


–A mí, si tenía alguna duda sobre el comunismo, se me cayó el velo después de la visita al cariñoso y viejo briga­dista, con el que pudimos reunirnos.


 

La entrevista con el brigadista internacional merece la pena de ser contada.

 

En Sofía, nos alojamos en el hotel  Serdika tres noches. La segunda noche, cuando llegamos al hotel, se nos presentó un búlgaro que hablaba español perfectamente (en aquel entonces lo aprendían en la Cuba comunista). Nos comentó que nuestra visita había salido en la prensa y que venía de parte de un brigadista búlgaro, que había luchado en la guerra civil española, y que tenía mucho interés en hablar con algunos de nosotros. Estábamos Santiago y yo y otros dos compañeros. Después de deliberar, nos ofrecimos los cuatro. Era muy atrayente para todos. Quedamos con el búlgaro para la noche siguiente después de cenar. Nos rogó que fuéramos muy discretos, así que decidimos no comentárselo a nadie. Ni siquiera a nuestro catedrático responsable del viaje don Joaquín. Realmente fuimos algo inconscientes pues atendíamos a una cita a ciegas en un país comunista. Claro, éramos jóvenes.

 
Bulevar Dimitrov. Sofía 1969

A la noche siguiente, después de la cena, el contacto búlgaro de la noche anterior nos estaba esperando en la entrada del hotel. Nos pidió que le siguiéramos con discreción a cierta distancia.


Las escasas luminarias callejeras nos ayudaban a pasar desapercibidos. Nos alejamos bastante del centro, lo que nos empezó a preocupar. Decidimos ir de dos en dos pues así nos sentíamos más protegidos que yendo de a cuatro. Llegamos a zonas con edificios más corrientes, más populares y cada vez con calles menos iluminadas. Seguíamos preocupados.


 

Después de un buen rato de caminata finalmente entramos en un portal. Subimos al último piso, creo que era un décimo, mediante un ascensor que curiosamente se movía inser­tando monedas, que introdujo nuestro contacto búlgaro. Una vez en el rellano nuestro acompañante llamó al timbre de una puerta. Apareció una persona no demasiado mayor, que al vernos se mostró muy contento de poder saludar a unos españoles. Era el brigadista. Nos invitó a entrar y una vez acomodados en la sala de estar, ayudado por sus pequeños conocimientos de español y del contacto búlgaro que nos acompañaba, nos habló de su estancia en España, con numerosas anécdotas que recordaba con mucho cariño. Sobre todo recordaba su estancia en Barcelona, donde al parecer tuvo que pasar bastante tiempo, antes de volver a su país.


Luego pasó a contarnos que estaba arrinconado en su país, porque era muy crítico con el gobierno. Y sobre todo, porque a él se le consideraba ‘contaminado’ por su viaje a España. Añadió que lo que estábamos viendo no era comu­nismo, y que el poder en su país lo detentaba un núcleo bastante cerrado y nada democrático.


 

Vamos, lo que poste­riormente se denominó en todos esos países la ‘nomencla­tura’. Esta clase dirigente vivía a costa del comunismo (sacrificio) de los demás y se perpetuaba promocionando a sus familiares y amigos a los mejores puestos del país. Vamos puro nepo­tismo bajo el paraguas comunista.

Realmente pienso, cuando el logro de una comunidad se antepone, en plan totalitarista, al logro individual, los necios, los oscuros, los negados, los espabilados suben al poder, están en su salsa y hacen por conservarla.

Para mí fue muy revelador que un viejo comunista negara el comunismo de su país. El tiempo le dio la razón. En realidad en aquel momento no sabíamos, por lo menos yo, que el comunismo es un imposible a nivel humano.

Nos despedimos de él y con nuestro guía nos volvimos al hotel ya sin tantas precauciones como a la ida. Aquella noche a Santiago y a mí nos costó bastante dormirnos. Lo que habíamos vivido había golpeado asaz nuestras conciencias, por lo menos la mía. Mis posibles compren­siones juveniles hacia el pensamiento comunista se habían desvanecido.

Santiago me comentó que había estado hablando con el búlgaro que nos acompañó en esta peripecia, de la novela ‘Cien años de soledad’, que había sido recien­temente publicada y traducida al búlgaro por él mismo. Al hilo de esta obra, tengo entendido que hay gente a la que le maravilla, y otros a los que no. Entre estos últimos me encuentro yo, pues su redacción sin concesiones a la ortografía, me impidió pasar de las primeras páginas.


 

Esta pequeña experiencia con los autóctonos me llevó a pensar que los viajes turísticos, sin entrar en la vida del país, como se hace ahora habitualmente, sin estar al tanto, aunque sea mínimamente, de la vida de la gente, no sirve para conocer otras culturas y por ende, poder comparar nuestras virtudes y defectos frente a las mismas. Claro, los viajes turísticos son otra cosa diferente y con otros objetivos a lo que nosotros vivimos.

–Pero otra cosa de enorme interés –me decía Santiago– fue nuestro primer encuentro con la cultura sefardita. En España se nos había hablado de ella y resulta que era la pura verdad. Y nosotros la encontramos en una pequeña ciudad perdida de Bulgaria.


 

Pero esto es harina de otro costal y será para una nueva entrada.

jueves, 16 de abril de 2015

ADOLFO SUAREZ: EL MEJOR PRESIDENTE DE ESPAÑA.


Fue la persona idónea para pilotar el tránsito emblemático de la dictadura a la democracia a pesar de proceder del llamado Movimiento Nacional franquista. Esto indica que no importa el origen para hacer las cosas honradamente. Como él ha dejado escrito: ‘La concordia fue posible’.

Una vez hecha la faena difícil, Suarez  fue abandonado por algunos dirigentes de su propio partido y masacrado por los socialistas. Unos y otros por sus ansias de poder. Esto le llevó a dimitir pensando que era un nuevo servicio a España. Aún recuerdo cómo le insultaba Alfonso Guerra, por citar algo suave, le llamaba ‘tahúr del Misisipi’. Cuando el tahúr del Misisipi podría ser el mismo Alfonso Guerra.  ‘Piensa el ladrón que todos son de su condición’. Poco tiempo después este ‘socialisto’, ganadas las elecciones, colocó a su hermano, sin ser funcionario, en la delegación del gobierno en Sevilla. Y a partir de ahí ‘de aquellos polvos los lodos que vinieron después’.

Gracias Presidente.

 

N.B. Los objetivos de este blog son el viaje de 1969 y reflexiones desde la actualidad. En esta entrada les ha tocado a estas últimas.

 

lunes, 13 de abril de 2015

STRIPTEASE EN UN PAIS COMUNISTA (1969)


El espectáculo del striptease lo pudimos ver en Liubliana, la capital de Eslovenia, entonces integrada en Yugoslavia. Nuestra sorpresa fue que en esa ciudad había bas­tantes turistas occidentales. Sobre todo italianos y aus­triacos o alemanes, pero no detectamos personas de otros países del Este. Y seguramente por ello se ofrecían espectáculos orientados a los occidentales. Claro, también en España había muchos turistas y que yo sepa el tema estaba prohibido.

Ya se sabe que, en aquélla época, Tito defendía una cierta independencia sobre la URSS y mantenía un régimen comunista más abierto. Creo que la llamaban la tercera vía, entre el capitalismo y el comunismo. Seguramente, a diferencia de los demás países comunistas, eso les llevaba a recibir turistas occidentales y conseguir un mejor nivel de vida para los yugoslavos. Como entonces pasaba en España.

La noche en cuestión, después de dar una vuelta por la ciudad y cenar algo, prácticamente todo el grupo estábamos en las puertas del espectáculo de striptease.

Nos acomodamos a la espera del show. Nos anunciaron que serían seis sesiones de strip­teases, protagonizando cada sesión una stripper diferente. Yo creo que para la mayor parte de nosotros era el primer espectáculo que veíamos de este tipo, así que había mucha expectación en el grupo.

Al ritmo de músicas sugerentes, media docena de mujeres se fueron desnudando integral y sucesivamente ante nues­tros ojos, de la forma más natural y fina que se podía uno imaginar. Para mí fue un espectáculo inigualable y que no volví a ver en mi vida, pues esta ‘técnica’ con el tiempo fue degenerando a espectáculos más procaces, que perso­nalmente nunca me han gustado.

Queda por comentar que entre las actuantes había una española cuyo nombre de guerra era Carmen, como en la ópera. Cuando llegó su turno, informada de nuestra presencia, se dirigió a nosotros en español, y se armó tal alboroto con sus insinuaciones, que tuvieron que poner orden en la sala. Ya se sabe lo bullangueros que podemos ser los españoles.

Después de cada actuación, una mujer mayor, vestida toda de negro, recogía discretamente la ropa que quedaba sobre el escenario. A alguno de nosotros, no sé a quién, se le ocurrió aplaudirla cuando salía e incluso pedir insistente­mente que ella también hiciera despelote. Por supuesto, no lo conseguimos.

Carmen sí que nos recibió en su camerino al final del espectáculo, curiosa por saber qué hacía un grupo de españoles en un país comunista. Y nosotros curiosos por saber qué hacía una chica española en un lugar como ése. La explicación era muy clara, ella se había criado en Francia hija de emigrantes españoles, y la vida la había llevado por esos derroteros. Nos comentaba que su trabajo le daba independencia, sin tener que dedicarse a servir en los hogares franceses, como ocurría por aquel entonces con muchas chicas españolas. Nos pareció una espabilada muchacha.

La mujer de negro recogedora de ropa y el despelote imposible de ella, me recuerda los despelotes de ‘El Plata’ en Zaragoza, acompañados al piano por un tal Don Luis. Éste tocaba de espaldas a las actuantes (supongo que para no distraerse y perder el hilo de la música) y cuando acababa cada una de ellas, todo el público pedía con insistencia ‘que cante Don Luis’. Cosa que, hay que aclarar, nunca se consiguió.

El Plata estuvo cerrado varios años por reformas, pero reabrió bajo la dirección de Bigas Luna, con el objetivo de conseguir el ambiente procaz, rural e interactivo con el público, por el que era famoso en toda España. Tenía y tiene su punto álgido con ocasión de las Ferias de Maquinaria Agraria de Zaragoza, donde llegan agricultores de toda España que, con la cobertura de la feria, algunos aprovechan para ir a El Plata y hacer otras visitas poco edificantes.

Esa noche, cuando nos recogimos en la residencia, nuestras mentes estaban en los cuerpos hermosos que sensualmente nos habían mostrado media docena de jóvenes mujeres.

 

 

lunes, 6 de abril de 2015

LA ÚLTIMA NOCHE EN BUDAPEST

Empezaré por el final del viaje. La última noche pasada en un país del Este de Europa, fue concretamente el 3 de agosto de 1969 en un hotel de Budapest. Mi compañero de habitación Santiago y yo nos dedicamos a reflexionar sobre el viaje que estaba a punto de acabar.

 


Nuestro hotel en Budapest se encontraba junto a la embajada en Estados Unidos que, como se ve en la foto, era muy concurrida en su exterior porque en las vitrinas se exhibían algunas noticias de la prensa extranjera.


Santiago, nostálgicamente, me preguntaba cuál era mi impresión del viaje:

– Yo le decía, creo que es una experiencia inigualable, que nos ha permitido vislumbrar las diferencias entre países, aunque todos sean de ideología comunista.

Hoy puedo decir que fue una de las actividades más acertadas de mi vida, pues me permitió en un escaso período de tiempo, adquirir una serie de experiencias que de otra forma habría tardado años en percibir. Aunque el tiempo que empleamos en el viaje fue relativamente escaso, fue suficiente para hacernos una idea de cada país y sus diferencias. El viaje espabila a la gente. (También una vida llena de contrastes.)

Santiago me decía:
 
–Son ciertas las diferencias. El país más diferente y más atractivo es Yugoslavia, que denota un mayor nivel económico, producto de la tercera vía entre comunismo y capitalismo. Los complejos ‘agrocombinats’ (cooperativas agroalimentarias) daban buena sensación y no se veía tanta dejadez, como la que hemos visto en el resto de países.

En aquel momento, no éramos conscientes de la comple­jidad que entrañaba ese país y las desgracias subsiguientes, cuando cayó el telón de acero y las fuerzas centrífugas del país, espoleadas por intereses externos, lo desmembraron tras una cruenta guerra. Quizás, si eso no hubiera ocurrido, la 3ª vía yugoslava podría haber sido una solución para los tiempos que corren ahora, en los que, desaparecido el comunismo, el capitalismo campa por sus respetos. Bueno, quién sabe, el tiempo puede llevarnos a ello, pues la gente se decanta cada vez más por la cooperación que por el indi­vidualismo. De hecho nuestro sistema cooperativo agrario sigue teniendo sus potencialidades, aunque de tarde en tarde alguno de los gestores haga alguna pifia.

Santiago seguía: ¿Y a otros niveles, que destacarías?
 
–Es el único país de los que hemos visitado, donde hemos visto alguna práctica religiosa clara. Aunque solo fuera en una ermita campestre de Eslovenia.

La religión estaba larvada en los países comunistas pues con la caída del telón resurgió con fuerza. Aunque en Yugoslavia las religiones tuvieron mucho que ver, al menos como excusa, en la desmembración del país.

–También nos sorprendió la convivencia entre alumnos y alumnas, en la primera residencia de estudiantes en que pernoctamos en ese país.

Sí, fue muy sorprendente, pues chicos y chicas dormían en habitaciones diáfanas pero todos juntos.

Esto era demasiado para nosotros, pobres españoles, educados de forma tan diferente. Pero, poco a poco, nos fuimos acostando y serenando, hasta que de repente entraste tú Santiago en el dormitorio y nos gritaste:

¡¡¡Estamos a cuatro pasos del amor libre y vosotros tan tranquilos!!!

 
–Y, también nos asombró el striptease que pudimos ver, propio de la cultura capitalista, que para muchos de nosotros era el primero.

 Pero esto será comentado en una próxima entrada de este blog.

(Continuará)